Encierro del Pilón de Falces (Navarra) “Al que corre el Pilón no le quites de valiente”
Este encierro debe su nombre al Corral del Pilón, zona de llegada de la carrera. Las especiales características geográficas del recorrido, que se desarrolla por el monte y cuesta abajo, lo dotan de una mayor espectacularidad y peligro. Los mozos no sólo tienen que sortear las posibles acometidas de las reses sino también mostrar su valor, pericia y rapidez ante la dificultad del camino, que discurre con la montaña, a un lado, y el barranco, por otro.
En total, 800 metros de intensas emociones que dan comienzo con el tradicional chupinazo en los corrales de la cabrería y se sienten con fuerza en una carrera frenética en la que se originan múltiples situaciones de riesgo para los corredores y el público. Son muchos los que contemplan el espectáculo (desde el monte, entre rocas y arbustos, o encaramados al vallado, al borde del estrecho y escarpado camino) y no pocas las ocasiones en que alguna de las vacas se ha salido del recorrido y ha emprendido carrera cuesta arriba, por la montaña, o hacia abajo, por el barranco.
El canto a la Virgen
Por ello los falcesinos encomiendan su suerte a la Patrona, la Virgen de la Nieva, justo antes del encierro de las nueve de la mañana, con un canto que acompaña la banda del municipio y cuya letra dice lo siguiente:
«Al que corre en el Pilón,
no le quites de valiente,
échale un beso a la Virgen
que en la cuesta está presente;
van a tirar el cohete,
ya está la mecha encendida,
y el que no corra el encierro
que se retire enseguida».
Se trata de un canto compuesto en 1978, cuya repercusión se ha dejado sentir en algunas zonas de Francia. Se transmite de padres a hijos y los ‘muetes’ (como se llama a los niños del pueblo) se la saben ya desde temprana edad.
La pequeña imagen de la Virgen es colocada cada mañana en la cuesta final que cierra el recorrido del encierro, declarado Fiesta de Interés Turístico Regional en 2011. Son nueve días de fiesta y encierros matutinos, que se extienden desde el antepenúltimo domingo de agosto. En la Orden Foral se subraya que su antigüedad centenaria ligada a la cultura popular y su espectacularidad han logrado un reconocimiento popular, con entidad propia y gran poder de convocatoria, sobrepasando lo meramente festivo para alcanzar la consideración cultural.
Los archivos municipales fijan el arranque de esta tradición en 1752 y en ellos se dice que «desde tiempos inmemoriales se ha proporcionado a los vecinos el espectáculo de correr reses bravas». La necesidad de trasladar el ganado a través del monte para evitar atravesar el río también se encuentra entre los orígenes de estos encierros, cuyo trazado ha permanecido prácticamente inalterable a lo largo de su historia.